El vino del estío, Ray Bradbury
Año de publicación:
Trama:
Valoración personal
¿Qué se siente al estar vivo?, es lo primero que nos plantea el libro, desde los ojos de Douglas, un chico de once años que, en una gloriosa mañana de verano descubre el placer que supone, no solo estar vivo, sino saber que uno lo está, y la plenitud que siente el protagonista cuando sabe que el sol brilla sobre él.
¿Qué es lo que hace magnífico y precioso el verano?, ¿cuáles son las ideas que entran en las infantiles cabezas para hacer del estío un paraíso, por algo mayor aún que el hecho de que no exista el colegio, el instituto, los tediosos libros de texto, muchos pintados, fruto del aburrimiento en las largas, interminables clases? ¿Por qué tenemos la necesidad de comprar algo cuando ya tenemos algo que puede hacer su función a la perfección?, ¿cuál es la belleza de los atardeceres, los dientes de león, los comentarios alegres de los niños?
¿Cuál puede ser el enemigo de todo un pueblo?, ¿y el enemigo de la felicidad? Si esta desaparece, ¿volverá? ¿Necesitamos que, cuando deliramos, entre el sueño y la vigilia, pero sin capaz de dejar de vagar entre el uno y el otro, cuando los ojos se cierran, y a la vez permanecen abiertos, probablemente hasta el fin, hasta que la noche, eterna, deje de ser noche, y las estrellas ya no reinen en el cielo que divisamos y nos cubre, un viajero nos salve de nuestros males con una botella de aire embotellado?
¿Nos aburrimos de aquello que ya conocemos, aún si en el momento fue mágico y algo totalmente nuevo, de lo que nunca pensamos que nos desprenderíamos, porque supuso una carcajada, un destello, una mirada hacia el cielo que no solemos ver? Y, cuando esto ocurre, ¿cabe la posibilidad de recuperar aquello que quisimos?, ¿nos entristecemos?, ¿nos damos cuenta?
¿Qué significa ser un niño?, ¿y cómo son las noches en el porche?, ¿ir acompañado de libreta y papel?, ¿hasta cuándo cantarán las chicharras? Y, por último, ¿qué es lo que sucede cuando se acaba el verano, y desaparecen los cantos de los grillos, para dar lugar a las hojas caídas otoñales, doradas, que caen y nos maravillan las primeras semanas, y luego, como ya hizo el verano, y la primavera, y el invierno, pierden todo el encanto de los primeros días, cuando nos reímos al escucharlas crujir bajo nuestras pies, o cuando las vemos amontonadas alrededor de un árbol?
¿Qué es estar vivo?
Termino con el mismo tema para recomendar este clásico, esta obra que no es, ni de lejos, la más conocida del autor (esa sería Fahrenheit 451), y no veo en ella más que un conjunto de vivencias, unas aventuras y episodios maravillosos, desde el punto de vista de un niño, que conoce, no solo qué es estar vivo, sino qué es la alegría, la tristeza, y el dolor de la muerte. No creo que nadie pueda arrepentirse de leer la novela, ni siquiera aunque no le haya parecido una obra maestra, pues cuando uno la sostiene entre sus manos, y se sumerge entre las entintadas páginas, recuerda un pasado, remoto... o cercano.
Trama:
Valoración personal
¿Qué se siente al estar vivo?, es lo primero que nos plantea el libro, desde los ojos de Douglas, un chico de once años que, en una gloriosa mañana de verano descubre el placer que supone, no solo estar vivo, sino saber que uno lo está, y la plenitud que siente el protagonista cuando sabe que el sol brilla sobre él.
¿Qué es lo que hace magnífico y precioso el verano?, ¿cuáles son las ideas que entran en las infantiles cabezas para hacer del estío un paraíso, por algo mayor aún que el hecho de que no exista el colegio, el instituto, los tediosos libros de texto, muchos pintados, fruto del aburrimiento en las largas, interminables clases? ¿Por qué tenemos la necesidad de comprar algo cuando ya tenemos algo que puede hacer su función a la perfección?, ¿cuál es la belleza de los atardeceres, los dientes de león, los comentarios alegres de los niños?
¿Cuál puede ser el enemigo de todo un pueblo?, ¿y el enemigo de la felicidad? Si esta desaparece, ¿volverá? ¿Necesitamos que, cuando deliramos, entre el sueño y la vigilia, pero sin capaz de dejar de vagar entre el uno y el otro, cuando los ojos se cierran, y a la vez permanecen abiertos, probablemente hasta el fin, hasta que la noche, eterna, deje de ser noche, y las estrellas ya no reinen en el cielo que divisamos y nos cubre, un viajero nos salve de nuestros males con una botella de aire embotellado?
¿Nos aburrimos de aquello que ya conocemos, aún si en el momento fue mágico y algo totalmente nuevo, de lo que nunca pensamos que nos desprenderíamos, porque supuso una carcajada, un destello, una mirada hacia el cielo que no solemos ver? Y, cuando esto ocurre, ¿cabe la posibilidad de recuperar aquello que quisimos?, ¿nos entristecemos?, ¿nos damos cuenta?
¿Qué significa ser un niño?, ¿y cómo son las noches en el porche?, ¿ir acompañado de libreta y papel?, ¿hasta cuándo cantarán las chicharras? Y, por último, ¿qué es lo que sucede cuando se acaba el verano, y desaparecen los cantos de los grillos, para dar lugar a las hojas caídas otoñales, doradas, que caen y nos maravillan las primeras semanas, y luego, como ya hizo el verano, y la primavera, y el invierno, pierden todo el encanto de los primeros días, cuando nos reímos al escucharlas crujir bajo nuestras pies, o cuando las vemos amontonadas alrededor de un árbol?
¿Qué es estar vivo?
Termino con el mismo tema para recomendar este clásico, esta obra que no es, ni de lejos, la más conocida del autor (esa sería Fahrenheit 451), y no veo en ella más que un conjunto de vivencias, unas aventuras y episodios maravillosos, desde el punto de vista de un niño, que conoce, no solo qué es estar vivo, sino qué es la alegría, la tristeza, y el dolor de la muerte. No creo que nadie pueda arrepentirse de leer la novela, ni siquiera aunque no le haya parecido una obra maestra, pues cuando uno la sostiene entre sus manos, y se sumerge entre las entintadas páginas, recuerda un pasado, remoto... o cercano.
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